lunes, 29 de junio de 2009

El Visitante (2º parte)

No sé como sucedió. De pronto me encontré en la cama tumbada. Miré a mi alrededor y vi que Adam estaba sentado a los pies de la cama con una expresión de preocupación. Tenía el ceño fruncido con los bracos enlazados y con la mirada fija en mí. Me encontraba desconcertada. No supe que me había ocurrido hasta que Adam se acercó, pero solo un poco y me dijo que me había desmayado después de gritar. Cada vez me encontraba más confusa, ya que no recordaba haber gritado y mucho menos el por qué. De improviso me llego un único recuerdo, un recuerdo borroso como si estuviera tapado por la niebla pero entendí lo ocurrido, o eso me pareció. Recordé la silueta que me acechaba desde las sombras al otro lado de la gran habitación y a continuación…nada, solo silencio.

-Había, había alguien. Me estaba observando y…después…no lo recuerdo. –me senté en la silla del escritorio y apoyé la cara en las manos dejando caer mi peso hacia los codos que reposaban sobre la mesa mientras el pelo me tapaba el rostro.

Estaba desconcertado. Me di cuenta de que él no había notado la presencia de nadie y eso me hizo pensar que podría haber sido alguna alucinación mía. Intenté leer su expresión pero se volvió rápidamente y se puso bastante tenso, empezó a asustarme. No podía comprender que era tan malo.

-¿Quién era él? ¿Cómo era? – su voz estaba vacía como si no fuera él quien me preguntara. Había dicho “él” eso quiso decir que sabía quién podía ser aquella persona, si es que era una persona. Estaba cansada, así que no hice preguntas ya habría tiempo para eso. Seguía dándome la espalda y no me atreví a acercarme a él. Únicamente dijo que no me preocupara por ello y que si lo volvía a ver le llamara inmediatamente.

Salió de la habitación tras esto y desde el centro de la habitación mire a mí alrededor buscando algo que me ayudara a averiguar que quería mi extraño visitante, quizás podría haberse llevado algo pero todo se encontraba en su respectivo lugar, nada fuera de su sitio. Decidí que tenía que descansar por mi propio bien, solo quería olvidarme de lo ocurrido aunque fuera por unas horas. Después de un último vistazo dirigí mi mirada a la cama y con un último suspiro y una sonrisa naciendo en mi boca me metí entre las suaves sábanas de seda y concilié el sueño rápidamente.

Cuando desperté salí a pasear por el bosque, solo deseaba estar sola y pensar en lo ocurrido la noche anterior. El aire era puro, sentir el viento pasar entre mi pelo mientras a la misma vez que corría entre los árboles era como si estuviera volando sin rumbo fijo solo por placer. Encontré una pequeña laguna, el agua cristalina era un espejo en el que se reflejaba el bosque y las montañas que se encontraban a lo lejos. Me arrodillé junto a la orilla y vi mi reflejo en el agua. Vi mi rostro pálido y mis ojos, aquellos ojos que antes era inocentes y en ese momento y ahora también esconden al monstruo en el que me quise convertir y ¿para qué? Para que al que amas se acerque a ti lo más mínimo y, a parte, ver a alguien que te acecha.

Levanté la mirada y entre los árboles vi una sombra que se alejaba en el frondoso bosque que tenía ante mí. Me puse de pie inmediatamente y empecé a correr en su persecución. Le grité que se detuviera, que solo quería hablar con él pero como si no me escuchara seguía corriendo y cada vez estaba más lejos. Me empezaba a marear y el cansancio hacía que no pudiera dar ni un paso más pero aquello que me ocurrió no era normal. Mi nuevo cuerpo no podía hacerme sentir esa sensación tan humana. Ya cuando había corrido sola con la única compañía del viento había corrido sin detenerme un solo instante varios kilómetros, esa es la razón por la que no entendí esa reacción. De pronto se detuvo y se volvió en mi dirección, a causa del mareo no conseguí verle con claridad solo vi sus ojos negros. Caí al suelo aquel ser de ojos negros se agachó y se situó a mi lado susurrándome al oído unas palabras que no conseguí entender. Al mismo tiempo mis ojos, si es que seguían abiertos, se cerraron.

Nunca entendí por qué cada vez que le veía sentía que el mundo se cerraba dejándome fuera del mismo. ¿Qué era lo que tenía aquel extraño ser, que cada vez que me encontraba cerca de él sentía que el mundo se hundía? Esa fue la pregunta que me estuve haciendo sin obtener respuesta alguna pero en ese momento supe que debía encontrarlo y cuando lo hiciera me debería responder a muchas preguntas.

Pasaron dos semanas y seguí viendo a mi extravagante visitante de ojos negros. Al principio iba en su busca pero unos días después solo le miraba de lejos hasta que decidía marcharse. Le vi en mi habitación, en el gran salón cuando estaba leyendo, en el claro del bosque donde acostumbraba a encontrarme…Una vez, se acercó un poco a mí pero en cuanto apareció Adam desapareció.

Adam esas últimas semanas no había estado tan distante, es mas habíamos ido a Londres y desde las ventanas habíamos contemplado mi viejo hogar. Todo seguía como siempre, incluso en mi habitación aunque había un cambio el sillón de mi padre ahora estaba enfrente del hogar de mi habitación y mi padre con él. Encontré a la misma tristeza encerrada en aquella casa donde había aprendido a ser feliz. También vi a John y a Elisabeth que estaban con mi padre. Seguro que John le había hecho el interrogatorio a mi padre preguntándole todo sobre Adam, se me escapó una leve risa al imaginarlo tuve que subir al tejado para que no me vieran porque se asomaron a la ventana supongo que creerían haber escuchado mi risa y que yo me encontraba allí, tampoco se equivocaban pero no podía ser vista.

Después de la vista a mi antigua casa fuimos de caza. Por las calles más pobres de Londres encontramos a dos hombres que volvían a sus hogares después de haberse emborrachado. Fue fascinante lo fácil que me resulto atraer a aquellos hombres. Lo único que hice fue llamarles y respondieron de inmediato aunque se resistieron un poco a causa del miedo, así pues con un susurro les dije que no tenían nada que temer y se acercaron. Que delicioso fue sentir la sangre fresca bajar por mi garganta, sentir que el corazón se les iba parando poco a poco hasta ya fue inaudible, hasta que extraje de sus frágiles cuerpos la última gota de sangre. Cada vez que tomé sangre no era yo, era totalmente distinta. Me encantó cuando tomé a uno de los hombres en mis manos le susurre al oído que no se asustara y se relajara y lentamente mi boca fue bajando hacia su cuello buscando la vena y sentir como los colmillos crecían y penetraban es su piel dándome ese exquisito manjar que es la sangre.

De vuelta al viejo castillo, Adam y yo al llegar nos dirigimos a mi sala favorita: la biblioteca. No podía creerme la cantidad de volúmenes que había en aquella biblioteca. Muchos de los libros estaban estropeados por el tiempo que llevaban sin ser cuidados y el polvo era más numeroso que los volúmenes. Yo fui a sentarme al sofá que estaba al lado de una ventana y cerca del hogar donde el fuego bailaba alegre. Me quedé mirando por la ventana en silencio. Creo que ese era uno de los pocos lugares donde encontraba la tranquilidad que me sumergía en mis pensamientos escritos.


7 de septiembre de 1829
Querido diario:
Siento como el mundo se derrumba a mí alrededor. Ni siquiera sé que me ocurre, me encuentro mal. Me gustaría cerrar los ojos y al abrirlos que todos los problemas hubieran desaparecido y no solo los problemas, sino todo lo malo de este mundo, como si soy yo, no importa. Solo quiero dejar de sufrir. Que todo este dolor se esfume y solo quede felicidad. Pero el mundo no es un camino de rosas donde todo es perfecto sino un bosque de espinas del que resulta imposible escapar, incluso para los inmortales. Donde existen ángeles y demonios. Mi caso sé que es el del demonio porque soy un ser condenado pero qué más da, la inmortalidad a pesar de sus numerosos cambios no me hace perfecta y nunca lo seré.

Después de escribir esto dejé el viejo diario en una pequeña mesa de madera. Eché el cuerpo hacia atrás apoyando la espalda en el respaldo y cerré los ojos mientras cruzaba las manos sobre el vientre. La ventana estaba abierta y el aire que entraba atreves de ella hacía que mi larga melena me tapara el rostro pero qué importaba. Me encantaba aquel lugar, no sentía el frio de la noche no el vello se ponía de punta como tiempo atrás, era extraño pero me fascinaba y sentí felicidad escuchando a lo lejos el ulular de los búhos.

-A mí siempre me ha encantado este lugar, es como si fuera mágico, un lugar donde no pueden entrar las cosas malas ¿verdad? – me sobresaltó aquella voz y en cuanto aparté de mi rostro el pelo y abrí los ojos le vi. Tenía los ojos negros como una noche sin luna ni estrellas al igual que su pelo que era largo, liso y parecía ser bastante sedoso. Su rostro resaltaba por su extremada palidez. Tenía unas facciones feroces pero a la vez dulces y hermosas me resultaron tan hermosas como las de Adam cuando le vi por primera vez. – pero claro, tu y yo estamos aquí, así que eso puede significar dos cosas: si este lugar efectivamente no deja entrar al mal no debemos ser tan malos o realmente estar condenados por nuestra condición de inmortales, pero por otra parte puede que las cosas malvadas si puedan entrar en esta sala que consideramos un refugio y sinceramente eso me decepcionaría bastante, al igual que a ti. – su voz era firme y no mostraba en ningún momento debilidad. Podía escuchar los latido de su muerto corazón, cada movimiento que hacia me pareció fascinante se movía con una agilidad y destreza que parecía pasos de una danza eterna. Iba vestido con una gabardina que le cubría todo el cuerpo pero aparte de eso no conseguí ver mucho más de él, aunque seguía la misma pregunta en mi cabeza ¿Quién era aquel ser tan extravagante? – Mi nombre no importa y deja de preguntarte como sé tus pensamientos, simplemente lo sé y no tiene ningún otro misterio. – Eso ya fue demasiado para mí no sabía cómo podía leer mis pensamientos.

Intenté llamar a Adam pero no me fue posible. Había algo que me lo impedía, algo que no me dejaba llamarle para que estuviera a mi lado. Parecía que me había vuelto muda de pronto, aunque al final hubo un momento en el que no pude aguantar más aquella agonía y exploté:

-¡¿Quién te crees que eres para espiarme, perseguirme y luego desaparecer para venir ahora aquí y no darme la oportunidad de pronunciar palabra?! – Me quité un gran peso de encima mientras decía esto pero nunca hablé con un tono de voz más alto del necesario. - ¡Responderme!

-Me gusta. Tienes valor y sabes lo que quieres. Sabes, antes dudaba que fueras mi Reina pero ahora tengo claro de vos sois mi Reina. – Estaba despaldas con una mano en la espalda y la otra tocando los libros de las viejas estanterias lo dijo con el mismo tono de suficiencia pero siempre de forma cordial. Fuera de la habitación reinaba el silencio lo único que se escuchaba eran los pasos de Adam acercándose, cosa que hizo que me tranquilizara un poco. Había una cosa que no pude comprender en ese momento me había llamado “Reina”. No podía entender lo que estaba sucediendo en aquel instante y mucho menos que quería de mí aquel ser. Noté que me había perdido algo, eso estaba tan claro como el agua que empieza a descender por la ladera de una montaña. De pronto Adam se encontraba a mi lado y me aferraba a él mientras que no apartaba la vista de nuestro visitante.

-Katherine, mi amor ¿te encuentras bien? ¿Te ha hecho algo? – preguntó ahora mirándome a los ojos pero con la mirada perdida. Yo le dije que me encontraba bien y que no me había hecho nada pero seguí mirando a la tercera figura en la sala con una mirada casi de desprecio. Se le había escapado una sonrisa burlona mientras miraba a Adam y después dirigía la mirada a mí. Este en cambio se mostraba bastantes serio y parecían que ambos mantenían un duelo con la mirada.

-No se lo has dicho ¿me equivoco? – Adam no contestó, se quedo mirándolo fijamente e inmóvil. – Por supuesto que no se lo has dicho y encima tienes la cara de llamarla “amor”. – Dijo con aire de desprecio y cabeza hacia atrás soltando una carcajada seca mientras que daba vueltas a nuestro alrededor como si nos acechara un depredador. – Y si no es mucha molestia, se puede saber a qué esperas. Es su vida, ella debe elegir, aunque no tenga elección ¿no crees? Tenemos que llevarla. Sé que no quieres hacerlo pero – paró un instante y cada vez me encontraba más confusa – tiene que ser así o ya sabes el final.

-Lo sabrá cuando sea el momento adecuado. – La voz de Adam sonó dura y seca. – Lo que no entiendo es por qué tienes tú tanto interés en ella. Es algo que no acabo de comprender.

-¿Por qué no mostrar interés en mi Reina, en mi Diosa? No es que solo tuya. Te la has acaparado teniéndola aquí, en la otra punta del mundo alejándola de su hogar.

De que hablaban y por qué me alejaban de esa conversación en donde yo era el tema principal no me hizo ninguna gracia. Nunca me había gustado que hablaran de mí y conmigo delante como si no estuviera presente, eso mucho menos. Adam me llevó al sofá y me sentó junto a él. Cada vez me encontraba mas confundida. No es ni será tu Reina le había contestado Adam y también le llamo por su nombre, Tyler. Adam radiaba tal tensión que casi si podía tocar. Estaba harta, así que me levanté y avancé unos pasos antes de que pudiera detenerme. Le miré y después a Tyler, finalmente les dije:

-No sé qué ocurre aquí y tampoco veo que alguien tenga intención de contármelo. Cuando queráis decírmelo buscarme, seguro que me encontráis rápido, es vuestra especialidad ¿no? – Me dirigí hacia la puerta de la biblioteca con mi diario y la pluma. Cerré de un portazo y dejando atrás la sala corrí hacia mi habitación con las lágrimas en los ojos, lagrimas de sangre. Cerré la puerta tras de mí y apoyé la cabeza en esta mientras me deslizaba hacia el suelo. Estuve tumbada allí largo rato, llorando. Pensé en Adam y en Tyler y les odie. Sentó odio, repulsión hacia ellos y hacia mi misma por haber creído en lo dicho dejándome engañar por las buenas palabras. Me había alejado de mi familia y amigos por aquello que luego había resultado ser una falsa, ya que la única persona en la que creí poder confiar me había traicionado y ocultado cosas.

Sin previo aviso Adam me cogió y me besó. Fue un beso cálido y lleno de afecto y amor pero aparté la cara rápidamente el fijando la mirada en el suelo mientras le pedía que me soltara. Después de un suspiro lo hizo y de inmediato le di la espalda y empecé a recoger todas mis pertenencias. Me pregunto qué hacía pero no le respondí seguía demasiado enfadada para hablarle. Cuando ya tenía todo recogido me volví hacia él y vi que ya no estaba solo pues Tyler le hacía compañía, entonces les dije a ambos que me iba. Quería vivir y sabía que con ellos no podrá hacerlo porque su intención era manejarme como ellos quisieran o eso pensé.
-Katherine, por favor no te vayas. Te lo explicaremos todo pero no te marches. – Creo que fue lo más parecido a una súplica que nunca me habían dicho.

-Mi señora danos una oportunidad, solo queremos que nos escuche y después tomara su propia decisión. Fuimos unos ingratos al intentar ocultarle la verdad.

Primero observé a Tyler detenidamente y seguidamente a Adam. No pude evitarlo, aquellos rostros tan perfectos fueron mi perdición. Cuando quise negarme a algo no podía hacerlo mientras les miraba a la cara porque sino toda la fuerza de voluntad que iba acumulando me abandonaba por completo.

-Está bien. Tyler, yo no sé nada de ti, quiero escuchar tu historia pues. – Los ojos de Tyler eran tan profundos como los de Adam y parecían también tan honestos pero las apariencias engañan o eso dicen.

-No os voy a contar nada sobre mí, sino sobre vos. – Eso me descoloco. Yo conocía mi vida y no hacía falta que nadie me la narrara. Peor antes de que pudiera protestar Adam se me adelantó mientras la chimenea se encendía con todas las velas de la habitación a su paso, de esa manera me pareció mucho más grande.

Tyler hizo un gesto para indicarme que me sentara en el sillón. Mientras hacía esto él se sentaba en una vieja silla de madera y Adam permaneció de pie. Al poco tiempo, rompí el silencio exigiendo una explicación. Todo a su debido tiempo fue la única respuesta que obtuve. Sentí que la furia crecía dentro de mí ser. Tenía las manos apoyadas en los brazos del sillón y cerré la mano sobre estos con tal fuerza que sentí que la madera cedía a mis dedos y se fueron estrujando los extremos hasta que estalló la madera, fue algo que me asustó y con razón porque a la misma vez todos los espejos de la habitación habían estallado. No pude controlarlo. Era un poder que salía de mí y que no me era posible parar. Intenté tomar aire y tranquilizarme pero no pude, el poder salía de mí sin control.

Sin darme cuenta Tyler me sujetó y en eso momento e fije de que había tenido los ojos cerrados todo el tiempo. Al final conseguí frenar a aquel poder y encerrarlo en mi interior hasta que se volvió a transformar en una parte de mí.

-¿Qué ha sido, eso? – Me costaba hablar y estaba agotada como si hubiera estado corriendo varios kilómetros con mi cuerpo humano en vez de con el inmortal. Noté que me encontraba fatigada y me fijé en el caos que era la habitación y de que yo era la única culpable.

-Solo ha sido una sobrecarga de poder, no tienes que alarmarte.

-¿Poder? ¿Qué poder? – Me encontraba histérica y no dejaba de mirar a mí alrededor dudando de lo que acababa de realizar.

De improviso llegaron imágenes a mi mente. Eran sueños. Eran sueños que yo había tenido un año atrás. Era yo pero en otro lugar y en un tiempo muy distinto, no supe que podían significar. Tyler me explicó que esos sueños eran la justificación de todo lo que él me quería contar. Pero los sueños eran absurdos solo eran eso sueños, sin embargo ambos afirmaban que no debía de ignorarlos. Los recordé uno a uno y seguía siendo la cosa más absurda que me habían dicho jamás, sin tener sentido alguno. No podían haber sido reales, era una locura. Se me escapó una pequeña risita solo de imaginarlo. Observé que a ellos no les había hecho gracia y repentinamente la sonrisa desapareció de mi casa. No y no. No había sucedido y ellos no me harían ver lo contrario.
-Kath. – Me dijo Adam con la misma voz dulce mientras asentía con la cabeza dándome a entender de que si era cierto y no solo eso sino que eran verdad cada y una de las cosas que vi en los sueños. Se me descompuso la cara y sentí como la sangre abandonaba mi rostro dejando mi piel más pálida de lo que ya era.

-Si esto es una broma o algo parecido, no me rio y mucho menos me hace gracia.

-No lo es mi Reina, déjeme que se lo explique y lo entenderá o puede que usted quiera contar lo que vio en sus sueños. - Busque la mirada de Adam esperando una aceptación y en cuanto asintió volví a mirar a Tyler.

-Espero con impaciencia tu relato, cuando gustes puedes empezar. – Dije tomando a Adam de la mano y acomodándolo a mi lado. Tyler se dispuso a comenzar mientras tomaba asiento enfrente de nosotros y se aclaraba la garanta.

domingo, 3 de mayo de 2009

El Visitante (1º parte)

Todo mi mundo había cambiado. La chica que había sido estaba escondida en lo más profundo de mí ser. Sentía nostalgia y tristeza por todo lo que había perdido, pero también radiaba felicidad por el mundo que se extendía ante mí y poder compartirlo todo con Adam que me había hecho el mejor regalo del mundo y me había mostrado algo que no había sentido jamás. El amor que podía sentir por alguien, un amor que lo único que te apetece es vivir por esa persona que tu corazón ha elegido y hacerla feliz. En estos tiempos existe una canción que refleja claramente lo que quiero decir. Esta canción es Vivo por ella.

Después del proceso de mi transformación, Adam, me dijo que era necesario que descansara mientras me volvía a posar suavemente en la vieja cama. Yo no quería dormir, quería salir y ver el mundo con estos nuevos ojos, no me podía ni imaginas lo nuevos que eran.

-Para eso habrá tiempo mañana, el día siguiente y el siguiente. Tienes todo el tiempo que desees tener, pero ahora descansa.

Tuve que hacerle caso y dormir aunque no tenía sueño y aun así me sorprendió la rapidez en la que concilié el sueño. Supongo que aun tenía que aprender muchas cosas todavía.

Cuando desperté eran aproximadamente las doce de la mañana, lo supe por el Sol que brillaba en lo más alto del cielo Azul y sin una sola nueve que pudiera tapar su brillo. Pude ver los alrededores del castillo por un gran balcón que estaba encima de la puerta principal. Con la oscuridad del la noche anterior no había podido ver nada aunque, ya lo veía todo perfectamente, no parecía que me acabara de despertar. Siempre que me despertaba me costaba ver un poco más allá de lo que tuviera delante hasta que me lavaba la cara pero este no había sido el caso.

Estaba en medio de algún bosque, no conseguí reconocer que arboles eran aquellos pero eso no fue lo que llamo mi atención. Es bosque estaba lleno de vida, pude percibir una manada de lobos aullando a kilómetros de distancia y un arrollo junto aquella manada y a las ardillas pasando de un árbol a otro. Era maravilloso escuchar todo aquello y el canto de las aves que volaban sobre mi cabeza, que maravillosa melodía.

En aquel momento en el que la realidad había desaparecido me di cuenta de que no había visto a Adam todavía. Salí de la habitación y me dirigí a la habitación continua que era la que Adam me había dicho que se encontraría si necesitaba cualquier cosa. No le encontré allí y recorrí todas las estancias del castillo y los alrededores del bosque, Adam no estaba allí.

Me asuste. No conocía el lugar y no sabía cómo volver a Londres. Le llame muchas veces pero la única respuesta fue la de mi eco en las vacías habitaciones. No sabía si era una broma pero si lo era no me hacia ni la menor gracia. Me di cuenta de que no era ninguna broma, me había dejado. Se había ido después de estar años pendientes de mí. Me Pregunté el porqué de eso durante el resto de aquella mañana de agosto.

Pase el día corriendo por el bosque con los animales, me sorprendía a la velocidad que podía ir, y probando lo que Adam me había dado a cambio de nada. Me había dado la inmortalidad sin pedirme nada. Creí que quedarme sola en aquel bosque era el precio que tenía que pagar. Pero no iba a ser así, rápidamente pensé que al día siguiente empezaría a correr en una dirección y estaba segura de que llegaría a algún lado, puede que a Londres o puede que a algún otro lugar. Lo que sabía es que empezaría mi aventura por el mundo.

Cuando el Sol estaba en su etapa crepuscular en la que el Sol se iba perdiendo en el horizonte y se llevaba toda la luz para dar paso a la oscura noche con la Luna y las estrellas y sometía a la tierra a sombras y penumbras. Me encontraba en lo que fue en su tiempo el salón del trono, estaba sentada frente una gran chimenea pensando en qué dirección dirigiría mi existencia, ya que decir “vida” no sería la palabra adecuada, tenía más que una vida.

-¿De verdad pensabas que te iba a dejar aquí sola?

Me volví de inmediato y descubrí a Adam al otro lado del gran salón apoyado en una vieja columna de piedra con los brazos cruzados. Su rostro estaba serio, pero me dirigió una sonrisa con picardía y una mirada amable. Se acerco a la gran chimenea de piedra y se sentó a mi lado en el gran sillón de terciopelo rojo.

-¿Por qué te marchaste? – dije enfurecida, me había tenido durante todo el día solo y asustada. Quería gritarle, odiarle más que a nada pero ¿cómo se odia a la persona a la que amas? – Estaba asustada y…bastante hambrienta.

-Tenía que volver a casa de tus padres. Creo que alguien tenía que explicarles tu ausencia y además pensé que te gustaría conservar varias cosas.

-Me podrías haber avisado. Me hubiera gustado verlos y decirles que estoy bien, por mi misma.

-No puedes ir a verlos, es que ¿no lo entiendes Katherine? ¿Es que durante todo el día no te has mirado en un espejo? Has cambiado no solo interiormente sino exteriormente. Eres diferente y les hubieras asustado, no te habrían conocido.

-¿No podré volver a verlos? – dije en un susurro con la cabeza gacha mientras se me escapaban unas lagrimas de los ojos.

Puso su mano en mi barbilla y me la levanto obligándome mirarle a la cara pero seguía con los ojos mirando hacia el suelo. Fui levantando la mirada despacio y vi sus ojos mirándome fijamente. Me pareció sorprendente que no pestañeara ni una sola vez, en ese momento me di cuenta de que yo no había pestañeado en todo el día. Esa era una de las cosas que no sabía de mi cuerpo.

-Lo siento mi amor pero dejaré que tomes tu propia decisión. –Me levanto del sofá y me dirigió hacia la puerta.

-¿A dónde me llevas? – Pregunte un poco aturdida aun por lo ocurrido. Estábamos parados delante la puerta que daba al gran corredor. Adam se volvió, me tenía agarrada la muñeca, no me soltó.

-Me gustaría que te vieras delante del espejo. No tenía que haber tomado esa decisión por ti, perdóname. De verdad, lamento no haberte preguntado, debería haberlo hecho ¿podrás perdonarme?

-Siempre te perdonaré, ya lo sabes.

-Para ser una vampira recién nacida eres demasiado bondadosa, ¿estás preparada?

Cerré los ojos y respire profundamente. Estaba situada delante de un gran espejo con el marco dorado cuando abrí los ojos. Adam se encontraba detrás de mí y tenia posadas sus manos en mis hombros. No podía creerme lo que había cambiado. Mis ojos habían cambiado a azul que resaltaba en mi blanco rostro. Mi pelo conservaba el mismo color dorado pero su longitud había aumentado considerablemente, aunque seguía conservando las ondulaciones que me hacía parecer más madura, y además de los cambios de mi rostro me note mucho más delgada. Me quede sin palabras. Era imposible que aquella chica tan hermosa y radiante que estaba delante de mi fuera yo.

-Ves, Has cambiado y por esa razón creí que tus padres no deberían verte pero es tu elección. ¿Quieres ir a verlos?

-Tengo que pensar.- dije sin aparatar la vista del espejo – Me gustaría comer, llevo todo el di sin tomar nada.

-Tienes razón, amor. Iremos de caza pero como es tarde y estas débil deberíamos no alejarnos mucho y cazar algún animal salvaje.

-Lo que tu digas pero antes –me volví para mirarle a la cara no me gustaba hablar con él sin mirarle - ¿qué le dijiste a mis padres?

Me conto que se presento en mi casa temprano y solicitó hablar con ellos. Les dijo que yo le mandaba para decirles que estaba bien pero que como ya sabían ambos quería ver el mundo y alejarme de Londres. Mi padre, al parecer, se entristeció bastante y lo que dijo fue que ya se lo imaginaba. En ese momento recordé la última conversación con mi padre y la manera en la que le había dicho adiós. Por otra parte mi madre estaba indignada, según me conto Adam decía que les había abandonado cuando ya eran ancianos y no había nadie para conservar el patrimonio de la familia cuando mi padre muriera porque no había querido tomar a ningún joven noble por esposo.

Cuando termino de contarme lo sucedido en mi casa fuimos de caza, no estuvo mal para ser la primera, ya que cace un par de lobos que se habían alejado de su manada para beber en el arrollo. Ya de vuelta en el castillo recordé lo que me había comentado, Adam, en cuanto había vuelto. Me había dicho que me había traído algunos objetos. Me dio los mejores vestido que tenia, el cepillo que usaba para peinarme, una caja donde había metido todos los diarios que había escrito a lo largo de los años y los regalos que me hicieron el día anterior.

-Creo que no podrás escribir sin esto. – me dijo mientras me entregaba la mejor pluma que tenia y un tintero.

Coloque todas las cosas en la que ya era mi habitación. Después de cepillarme el pelo me dirigí hacia la cama. Antes de llegar me pareció que sería un buen momento para coger mi diario y escribir lo que siempre me hubiera gustado ponerle. Creo que mi diario era mi mejor amigo, ya que en esos cuadernos es donde expresaba mis sentimientos y mis pensamientos sin pararme a decidir a quién le molestaría y a quién no. Era el único lugar donde podía ser completamente sincera.

Cambie de dirección y me encamine hacia el escritorio donde había puesto el pequeño cuaderno, la pluma y el tintero. Me senté en la silla forrada de terciopelo rojo al igual que el sofá del gran salón. Moje la punta de la pluma en el tintero mientras encendía una pequeña vela que reposaba junto al tintero. Abrí el pequeño cuaderno por la última página escrita pero me di cuenta de que había alguien más en aquel lugar que Adam y yo. Escuche un ruido y me volví con rapidez dejando caer la vela. Me apresure a recogerla y cuando alce la mirada de nuevo vi la silueta de un varón al lado de la puerta de la habitación pero no conseguí verle bien porque estaba escondido en las sombras de la habitación. Quise gritar para que Adam acudiera pero lo único que salido de mi boca fue un grito ahogado. Las grandes ventanas se abrieron y entro un aire frio, esto era muy raro volví a mirar hacia la puerta pero mi visitante había desaparecido.

domingo, 26 de abril de 2009

Antes de la inmortalidad (última parte)

Antes de dirigirme a ese distinguido caballero que me miraba, hice lo que me decía en su última nota. Me despedí de Elisabeth y de John cuando se marchaban y les agradecí todo lo que habían hecho por mí. Me abrazaron y después se marcharon. Después de esto me dirigí hacia el sillón donde estaba mi padre, como de costumbre.

-Hola hija. ¿Qué tal te ha parecido la fiesta? ¿Te has divertido?

-Si padre. Yo solo quería agradecerle todo lo que han hecho por mí desde que era una niña. Ustedes dos siempre me han ayudado y no lo he valorado hasta este momento. Gracias padre por haber sido tan bueno con migo.

No sabía porque le había dicho aquello, pero sentí que no tendría otro momento para decírselo. Antes de que pudiera decirme nada me abalancé sobre él y lo abracé.

-Te quiero, papá. Te quiero más que a nada y siempre te querré. – Le dije en un susurro casi inaudible. Noté como se derramaban las lágrimas contenidas en mis ojos.

Las lagrimas manaban de mis ojos y me di cuenta que cada vez le abrazaba con más fuerza como si fuera el último abrazo que le iba a dar pero eso era absurdo. Yo iba a permanecer con él hasta que llegara el final de su vida, de eso estaba segura que sería dentro de muchos años aun. De pronto, me di cuenta de que me devolvía el abrazo por primera vez.

-Yo también te quiero. Eres lo más importante que tengo. No sé qué haría si no te volviera a ver nunca. – Me dijo al oído con un tono cariñoso. Estaba segura de que él pensaba que me estaba despidiendo de él para siempre pero eso no podía suceder.

Después me despedí de mi madre. Aunque el momento no fue tan emotivo como con mi padre, sabía que mi madre me quería pero también sabía que a ella le hubiera gustado tener un heredero en vez de una heredera.

Todavía no se habían marchado todos los asistentes entre ellos descubrí a el misterioso caballero. Terminé de despedir a todos los invitados y me di cuenta de que él había desaparecido. Estaba confusa estos días habían sido los más extraños de toda mi vida y empecé a creer que tenía alucinaciones. Me dirigí a mis aposentos y al día siguiente le pediría a mis padres que llamaran al doctor porque no me encontraba bien. En cuanto abrí la puerta le vi sentado al lado de mi tocador. Cerré la puerta de inmediato y no paré de repetirme “No es posible, estoy alucinando de nuevo, él no puede estar aquí…”. Estaba anonadada no podía dejar de mirar a aquella alucinación.

-Hola Katherine – me estaba hablando y yo estaba asustada, tener alucinaciones era una cosa pero en cima escuchar voces, estaba claro que me estaba volviendo loca. – Tranquila, no estás loca y no soy ningún fruto de tu mente.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres? – En ese momento estaba hablando sola o con mi mente según se viera lo que tenía seguro es que necesitaba un sicólogo.

-Mi nombre es Adam Myracle – su voz no podía ser producto de mi imaginación. Yo no tenía la imaginación suficiente para crear esa voz tan exótica y con un acento que no era común allí. Su voz tenía el mismo efecto en mí que su sonrisa y su mirada. Podría pasarme las horas muertas solo mirándole y escuchándole pero me fascinaba tener una conversación con aquel ser de asombrosa belleza. –Y respecto a tu segunda pregunta… – dijo sacándome de mis pensamientos con voz musical. Paró un instante y luego prosiguió. – Te quiero a ti, Katherine, únicamente a ti.

Me quede anonadada. Su respuesta me fue inesperada. Había venido por mí, ese magnífico ser me quería a mí, en ese momento me pareció una broma y se me escapó una pequeña carcajada pero él estaba serio, se veía que no era una broma y eso me asombro más aun. Corregí en ese momento la sonrisa que había tenido entonces, en ese momento fue él quien se rió, no lo podía comprender. ¿Intentó volverme más loca o algo por el estilo? Si ese era su objetivo lo estaba consiguiendo a las mil maravillas.

-Que tonta eres, mi amor. Te valoras demasiado poco y a mi demasiado. – Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras se situaba detrás de mí y me abrazaba. No me di cuenta hasta ese momento de que estaba temblando.

A pesar de estar delgado era fuerte y bastante. Me sentí protegida como si nada malo me pudiera pasar en ese momento. Su piel era como el hielo pero no me molestó en ningún momento.

-¿Te sientes mejor?

-Sí, gracias. Pero no entiendo por qué me quieres a mí. –Intenté aparentar indiferencia pero me pareció no conseguirlo.

-Por tu forma de ver las cosas y querer conocer el mundo. No eres como las demás. Las otra jóvenes, hoy en día solo sueñan con casarse con un hombre rico, todas menos tú. Solo sueñas con aprender las maravillas del mundo. Eres especial Katherine.

Me quedé aun más anonadada que antes. Conocía cosas sobre mí que solo le había contado a dos personas, y sabía que aquellas personas jamás le habían dicho nada. Dudo que supieras quien era.

-¿Cómo sabes tanto sobre mí? –Le pregusté mirando a sus claros ojos, ya que no pude resistirme y decirlo.

-Entiendo que tengas muchas preguntas pero este no es el mejor lugar para que hablemos. Ven te llevaré a un lugar donde podremos hablar tranquilamente. –Me dijo mientras me tendía la mano.

Miré su mano y después levanté la mirada hacia su cara. Quería que me fuera de mi hogar, quería sacarme de allí y entonces estaba segura de que no volvería a ver esa casa donde me crié y crecí ni a todos los que habitaban en ella. Observé la habitación el papel de flores rosa pálido, mi cama al fondo de la habitación de la que colgaban unas cortinas de color beige traslucido. Alrededor había una mesita con una lámpara y el libro que estaba leyendo y a la derecha de esta, entre el tocador de caoba donde había estado sentado Adam y la cama se encontraba una gran chimenea de piedra con unas velas y mi diario encima de esta. Mi diario, que llevaba escribiendo desde los cinco años ¿habría sacado Adam de él y todos los demás que había escrito que estaban guardados en un cajón del escritorio toda la información sobre mí?

-¿Por qué tendría que ir contigo? No te conozco y no sé nada de ti. – Dije de pronto volviendo la mirada hacia él, intenté aparentar que no me importaba nada de él y no quería saber nada de su pasado o de su vida, aunque esa no era la realidad en ese momento lo supe. Quería agarrar su pálida y fría mano y seguirle hasta el fin del mundo pero no podía dejar todo atrás. No podía darle la razón a mi padre y que aquel momento tan lejano si hiciera realidad. De pronto noté su suave y calado aliento en mí oreja y en un susurro me dijo

-Ambos sabemos que estas cansada de este lugar y de esta vida. Yo puedo enseñarte todo lo que siempre has querido, lo que siempre has deseado, lo que has contemplado en tus libros y nunca has podido ver porque te tienen como a un pájaro en su jaula de oro. Para conseguir abrir esa jaula solo tienes que dejarme ayudarte y te daré lo que siempre has deseado.

No pude resistirme más a su propuesta era demasiado atractiva para mí, le cogí de la mano y note como toda mi fuerza de voluntad abandonaba mi cuerpo y me dejaba a la merced de todas las tentaciones que Adam me podía plantear.

Eché una última mirada a mi habitación, que había sido mi refugio durante tantos años y cogí mi diario de color violeta, no me podía ir sin él. De pronto, recuerdo estar en el aire aferrada a él. Era como si estuviéramos volando pero lo único que había hecho era saltar desde el balcón de mi habitación al gran árbol al fondo del jardín. Eso explicaba cómo había dejado el paquete con el vestido que llevaba puesto allí.

Tardamos aproximadamente diez minutos en llegar a un gran castillo que parecía ser del siglo XV estábamos en medio del bosque posiblemente nadie sabía dónde se encontraba este lugar. Cuando entramos me condujo a una amplia habitación. Las paredes estaban quemadas seguramente hubo un incendio en aquel lugar aunque los muebles parecían haber sido cambiados ya que no estaban quemados. Había una gran cama, un ropero de caoba y un viejo tocador donde reposaban unos objetos que no se habían tocado en siglos. La chimenea estaba en la pared donde se apreciaba que las paredes estaban más quemadas.

Con tanto polvo me puse a estornudar y él me ofreció un pañuelo de color blanco.

-¿Confías en mí? –me preguntó mientras me tendía el pañuelo.

-He venido a este lugar apartado del mundo contigo, creo que la respuesta es obvia. Claro que confió en ti.

Sabía que a su lado no me pasaría nada, estaba segura y la verdad es que lo estuve siempre. Se inclino suavemente sobre mí, tendiéndome hacia atrás sosteniéndome con una mano la espalda mientras que con la otra me apartaba el pelo largo pelo del cuello. Se acercó lentamente y me dio un beso en el cuello, yo mantenía los ojos cerrados.

-¿Estas preparada? –Dijo en una voz débil.

-¿Para qué? –Le pregunté mientras abría suavemente los ojos.

-Para vivir eternamente junto a mí. – Volvió a decir en un susurro.

Y mientras decía esto volvía a acercase a mi cuello. Cuando sus labios rozaron mi cuello de nuevo le respondí.

-Sí.

En ese momento sus labios se abrían para dar paso a los dientes. Sentí como se clavaban en mi cuello y succionaban la sangre que manaba de mi cuello. Con los ojos cerrados respiraba tranquilamente, no sentía miedo y para no caerme una de mis manos estaba apoyada en su cabeza. Noté como mi ida se escapaba con cada gota de sangre que perdía.

Estaba débil y pronto necesite apoyar la mano libre en su espalda para sentirme más segura. Notaba que las piernas no soportaban mi peso. Me sostuvo entre sus brazos y me tumbo en la polvorienta cama. Cuando estaba a punto de morir sus boca se alejo de mi sangriento cuello y se posaban en los míos medios abierto que necesitaba para respirar. Me empezó a devolver toda la sangre perdida mezclada con la suya propia. Sentía que las fuerzas volvían a mí y no solo mis viejas fuerzas humanas sino unas completamente nuevas. Me sentía más fuerte y también más ligera y más ágil de lo que había sido en mis veinte años de vida humana. Supe que mi cuerpo humano había muerto y que en su lugar había un cuerpo inmortal y con unas habilidades el doble de fuertes que antes.

Su sangre me dio fuerza, resistencia, agilidad entre muchas otras nuevas cualidades. No solo me transmitió vitalidad si no nuevos sentidos. Pude percibir la voz de gente que estaba a kilometro de distancia. Vi el mundo con mis nuevos ojos, podía percibir las cosas con una vista más compleja de la que no escapaba ni la más mínima mota de polvo. Pero la sensación que más me sobresaltó, fue el olor de una sustancia dulce, me fascino su olor. La sangre tenía un olor atractivo, poderoso y su sabor era aun más delicioso que su olor.

Adam se separo de mí y me ayudó a incorporarme.

-¿Cómo te sientes?

Dirigí una mirada hacia él, con una sonrisa sobre mis labios bañados en sangre y mostrando mis nuevos dientes duros como el hierro y blancos como la nieve respondí.

-Más viva que nunca, mi amor.

domingo, 19 de abril de 2009

Antes de la inmortalidad (2º parte)

Faltaban dos días para mi cumpleaños y teníamos que organizar todos los preparativos previos en muy poco tiempo. Enviar las invitaciones donde se comunicaban el día y la hora, adornar la gran sala para que estuviera perfecta para la fiesta y elegir la comida que se iba a servir.

Mis padres estaban muy ilusionados con la fiesta, iba a ser una de las más importantes del año en la ciudad y ellos querían quedar bien, ya que venía mucha gente a la celebración y algunos muy importantes. Hubo más de doscientos invitados, contando nobles de otras Cortes y clérigos también, incluso vino la familia Real. Aparte vinieron amigos y demás familiares.

Con todos estos preparativos no tuve tiempo para pensar en lo que había pasado la noche anterior. Pero llevaría puesto el vestido tal y como me pedía en la nota para ver si de ese modo, la persona que me lo regaló confidencialmente daba la cara. Tenía mucha curiosidad, nada extraño en mí, pero cuando tuve tiempo de pensarlo detenidamente me di cuenta que el balcón estaba tres pisos por encima del suelo, y no había forma alguna de subir hasta a él si no fuera por la puerta de entrada. Estaba claro que alguien dejado allí el paquete, seguramente uno de los criados lo había dejado allí, quizás era un regalo de uno de ellos o quizás les dijo alguien que lo llevara allí. Tenía que averiguarlo. Pero en cada uno de ellos me encontré la misma contestación «No señorita, ¿desea alguna otra cosa?» Parecía que se ponían de acuerdo que iban a contestar a mi pregunta. Pregunté a mis padres pero en su contestación también encontré una negativa. Busqué entre la lista de invitados, sabía que vendría y para ello debería figurar en la lista, pero no encontré nada allí. No podía hacer otra cosa que esperar a que se presentara delante de mí, y eso hice.

Los primeros en llegar a la fiesta fueron John y su familia. Elisabeth también había sido invitada y venía cogida del brazo de John, cosa que me extrañó porque estaban Lord y Lady Laurent presentes.

-Buenos días, espero que disfruten de la velada – dije lo más educadamente posible.

-Gracias, y felicidades, querida. Tenemos un regalo para ti. Ten. – dijo Lady Meredith amablemente mientras me tendía un paquete de color crema.

-Muchas gracias, por favor pasen. Mis padres esperan en la sala vuestra llegada.

Sin decir nada más se dirigieron hacia mi madre que les esperaba. Entonces saludé a John y Elisabeth.

-¡Felicidades Kath! He tenido que darme prisa para llegar a tiempo, no me quería perder tu fiesta. – John tenía buen aspecto, sin duda le había sentado muy bien viajar y no estaba tan delgado como lo recordaba. – Ten lo he traído de unos cuantos lugares, espero no haber fallado.

-Gracias. Seguro que me encanta, pero una pregunta ¿cómo es que habéis venido cogidos del brazo?

-La verdad, es que en cuanto llegó se lo dijo a sus padres. – era la primera vez que Elisabeth hablaba desde que habían llegado.

- Y al parecer se lo tomaron bien ¿no?

- La aprecian mucho y les he convencido de que será la mejor mujer que puedo tomar como esposa.

-Me alegro mucho por vosotros, os lo merecéis.

Asintieron con la cabeza y se dirigieron a la sala mientras yo seguía saludando a los demás invitados, pero ninguno de ellos era “A.M.”


Llevaba puesto el vestido negro con un collar de perlas que era el regalo de mis padres. Por una parte mi cabello estaba recogido y la otra colgaba sobre mi espalda.

La gente comía, bebía y charlaba. Me sorprendió ver que había venido la familia Real, aunque estuviera invitada. En un momento me invadió de nuevo esa extraña sensación y sabía que estaba allí y me llamaba. Mientras recorría la sala fui examinado detenidamente los rostros de todos los invitados, pero ninguno de ellos era él que yo buscaba. Cuando terminé de recorrer la sala vi una figura que se alejaba cruzando el umbral de la puerta que daba al patio. Sabía que era a quién estaba buscando y que él quería que le siguiera. Salí corriendo detrás de aquella figura, pero la perdí cuando mi madre me llamó.

-¡Katherine, ven! Tienes que hablar delante de todos y agradecerles que hayan venido.

-Pero, madre, es que tengo, tengo que ir…

-Tienes que ir a recitar el discurso que hemos estado ensayando.

-Está bien madre. Voy en seguida.

Me situé en medio de la sala mientras miraba al patio. Agradecí a todos los asistentes los regalos y su compañía en ese día en el que todo mi mundo iba a cambiar. Me quedé hablando, y cada vez que intentaba escaparme venía alguien que me retenía. Eran las seis, los asistentes fueron tomando asiento para tomar el té. Yo tomé una taza con John y Elisabeth. Les conté lo de aquel misterioso personaje que me había regalado el vestido y les enseñé la nota. Primero la leyó Elisabeth y después John.

-Y ¿no sabes quién es? – preguntó con un tono serio y preocupado, casi me daba miedo responderle.

-No, pero sabía lo del vestido y eso solo se lo comenté a Elisabeth y no había nadie más. – dije señalando a Elisabeth que respondió un asentimiento.

-Debes tener cuidado, puede que no sea una buena persona. – dijo Elisabeth rápidamente antes de que John pudiera decir algo.

-Ya lo sé, pero algo me dice que puedo confiar en él, que no me hará daño.

- Si vas en su busca, avísame. No quiero que te suceda nada, eres como mi hermana. Prométemelo.

- Te lo prometo. Pero no me pasará nada. – la expresión que adoptó John no me gustaba y la de Elisabeth era triste pero cuando me miraba hacía un esfuerzo por sonreír como si se sintiera incomoda por la situación. – Anda toma unos pasteles, hace mucho que no los comes.

Intenté desviar la conversación pero John hacía caso omiso a lo que decíamos Elisabeth y yo. Me quería mucho como ya me había dicho antes y por esa razón entendía su preocupación y su cambio de actitud. No debería haberle contado nada. Me disgustaba que precisamente él estuviera de esa forma por mi causa, de ser el motivo de su preocupación. Nunca me había gustado que los demás sufrieran por mis problemas pero en ese caso yo no lo consideraba un problema.

Ya no estaba como antes aunque hablábamos de otra cosa seguía sin inmutarse por nada. Elisabeth le dio un beso cariñoso pero parecía que solo estaba presente en cuerpo porque ni si quiera se movió. Ella y yo intentamos que nos contara todo lo que había visto durante sus viajes, como en sus cartas. Pero lo único que salía de sus labios era “Son lugares muy bonitos y muy diferentes a Londres. Cada ciudad distinta a la anterior”.

Les propuse ver los regalos que tenía. Elisabeth estaba entusiasmada nunca había visto cosas de tanto valor que no fueran de su señora, John simplemente asintió fríamente. El regalo de sus padres era un bonito vestido de seda de color celeste con una diadema a juego. El de John eran varios regalos. Me había traído vestidos de las ciudades más distinguidas que había visitado como Roma, Venecia y París. Y los alimentos más exquisitos de esos lugares como un queso magnifico importado de París y que tenía un sabor completamente nuevo para mí. El regalo de la familia Real era un collar de diamantes y zafiros, era precioso, distinguido y elegante a su vez sin duda era una verdadera joya de la Corona de Inglaterra. El regalo del doctor y su esposa era un bonito recogedor de pelo de plata con unas pequeñas gemas incrustadas en él. Cuando terminamos de ver todos le di las gracias a John por sus regalos. Este solo respondió.

-Son meros objetos, no tienen valor.

Me estaba empezando a molestar su actitud así que les dije que tenía que atender a otros asistentes a la celebración. Elisabeth asintió con una sonrisa encantadora y John seguía perdido mirando a la pared del fondo sin decir palabra ni movimiento alguno. Mientras me dirigía a la mesa con la comida una de las criadas llamada Judit según recuerdo se acercó a mí.

-Perdóneme señorita, pero un caballero me dio esta nota para usted y dijo que debía entregársela lo antes posible. – Tomé la nota y la leí en voz baja.

«Querida mía,
Te llevo observando desde el comienzo de la fiesta, pero tú no me has visto. Has saludado a todos los invitados menos a mí. Veo que acerté con el regalo. Estas hermosa. Si no vienes a mí pronto iré yo a por ti, no lo dudes. Despídete de todos a los que aprecias y crees amar, puede que nunca los puedas volver a ver después de hoy, siendo Katherine Clare.
Un beso de tu amante.
A.M.»

-¡Judit, espera! – grite desesperada antes de que se marchara.

-¿Qué desea señorita?

-Necesito que me digas quien te dio la nota, es importante.

-No sé su nombre, solo me dijo que le entregara la nota que usted lo entendería.

-Pero ¿cómo es el caballero?

-Es un hombre joven, puede que algo mayor que usted, diría yo. Es bastante pálido y un poco delgado pero resalta a la vista que es un hombre fuerte. Sus ojos son finos y de color azul claro. Sus labios son gruesos y tiene una nariz pequeña. Sus cabellos son castaños y ondulados. La verdad es que es muy apuesto.

- Gracias, puedes retirarte. Pero antes dime ¿dónde se encuentra el caballero?

-Hace un minuto estaba sentado junto al profesor Philip y su esposa. Si me disculpa, debo seguir con mi trabajo.

La descripción que me había dado Judit, era sin duda la de un joven veinteañero, apuesto y muy hermoso. Nunca antes me habían descrito o había visto a nadie así. A nadie tan…perfecto.
Me quedé un rato mirando a mí alrededor hasta que vi una figura que resaltaba entre las demás. Ojos claros y finos, cabellos castaños y ondulados y piel pálida. Sin duda era él. Me quedé mirándole unos instantes y él a mí mientras me mostraba una sonrisa con picardía. Notaba que me hipnotizaba con la mirada, que me perdía en aquellos ojos azules y no conseguía salir. Y con su sonrisa me pasaba lo mismo al ver esos dientes tal blancos como la cal y me parecían extraños. Me sentía atraída por él como un imán atrae un trozo de hierro. Pero no me dirigí a él hasta finalizar la fiesta y se fueron todos los invitados.