domingo, 3 de mayo de 2009

El Visitante (1º parte)

Todo mi mundo había cambiado. La chica que había sido estaba escondida en lo más profundo de mí ser. Sentía nostalgia y tristeza por todo lo que había perdido, pero también radiaba felicidad por el mundo que se extendía ante mí y poder compartirlo todo con Adam que me había hecho el mejor regalo del mundo y me había mostrado algo que no había sentido jamás. El amor que podía sentir por alguien, un amor que lo único que te apetece es vivir por esa persona que tu corazón ha elegido y hacerla feliz. En estos tiempos existe una canción que refleja claramente lo que quiero decir. Esta canción es Vivo por ella.

Después del proceso de mi transformación, Adam, me dijo que era necesario que descansara mientras me volvía a posar suavemente en la vieja cama. Yo no quería dormir, quería salir y ver el mundo con estos nuevos ojos, no me podía ni imaginas lo nuevos que eran.

-Para eso habrá tiempo mañana, el día siguiente y el siguiente. Tienes todo el tiempo que desees tener, pero ahora descansa.

Tuve que hacerle caso y dormir aunque no tenía sueño y aun así me sorprendió la rapidez en la que concilié el sueño. Supongo que aun tenía que aprender muchas cosas todavía.

Cuando desperté eran aproximadamente las doce de la mañana, lo supe por el Sol que brillaba en lo más alto del cielo Azul y sin una sola nueve que pudiera tapar su brillo. Pude ver los alrededores del castillo por un gran balcón que estaba encima de la puerta principal. Con la oscuridad del la noche anterior no había podido ver nada aunque, ya lo veía todo perfectamente, no parecía que me acabara de despertar. Siempre que me despertaba me costaba ver un poco más allá de lo que tuviera delante hasta que me lavaba la cara pero este no había sido el caso.

Estaba en medio de algún bosque, no conseguí reconocer que arboles eran aquellos pero eso no fue lo que llamo mi atención. Es bosque estaba lleno de vida, pude percibir una manada de lobos aullando a kilómetros de distancia y un arrollo junto aquella manada y a las ardillas pasando de un árbol a otro. Era maravilloso escuchar todo aquello y el canto de las aves que volaban sobre mi cabeza, que maravillosa melodía.

En aquel momento en el que la realidad había desaparecido me di cuenta de que no había visto a Adam todavía. Salí de la habitación y me dirigí a la habitación continua que era la que Adam me había dicho que se encontraría si necesitaba cualquier cosa. No le encontré allí y recorrí todas las estancias del castillo y los alrededores del bosque, Adam no estaba allí.

Me asuste. No conocía el lugar y no sabía cómo volver a Londres. Le llame muchas veces pero la única respuesta fue la de mi eco en las vacías habitaciones. No sabía si era una broma pero si lo era no me hacia ni la menor gracia. Me di cuenta de que no era ninguna broma, me había dejado. Se había ido después de estar años pendientes de mí. Me Pregunté el porqué de eso durante el resto de aquella mañana de agosto.

Pase el día corriendo por el bosque con los animales, me sorprendía a la velocidad que podía ir, y probando lo que Adam me había dado a cambio de nada. Me había dado la inmortalidad sin pedirme nada. Creí que quedarme sola en aquel bosque era el precio que tenía que pagar. Pero no iba a ser así, rápidamente pensé que al día siguiente empezaría a correr en una dirección y estaba segura de que llegaría a algún lado, puede que a Londres o puede que a algún otro lugar. Lo que sabía es que empezaría mi aventura por el mundo.

Cuando el Sol estaba en su etapa crepuscular en la que el Sol se iba perdiendo en el horizonte y se llevaba toda la luz para dar paso a la oscura noche con la Luna y las estrellas y sometía a la tierra a sombras y penumbras. Me encontraba en lo que fue en su tiempo el salón del trono, estaba sentada frente una gran chimenea pensando en qué dirección dirigiría mi existencia, ya que decir “vida” no sería la palabra adecuada, tenía más que una vida.

-¿De verdad pensabas que te iba a dejar aquí sola?

Me volví de inmediato y descubrí a Adam al otro lado del gran salón apoyado en una vieja columna de piedra con los brazos cruzados. Su rostro estaba serio, pero me dirigió una sonrisa con picardía y una mirada amable. Se acerco a la gran chimenea de piedra y se sentó a mi lado en el gran sillón de terciopelo rojo.

-¿Por qué te marchaste? – dije enfurecida, me había tenido durante todo el día solo y asustada. Quería gritarle, odiarle más que a nada pero ¿cómo se odia a la persona a la que amas? – Estaba asustada y…bastante hambrienta.

-Tenía que volver a casa de tus padres. Creo que alguien tenía que explicarles tu ausencia y además pensé que te gustaría conservar varias cosas.

-Me podrías haber avisado. Me hubiera gustado verlos y decirles que estoy bien, por mi misma.

-No puedes ir a verlos, es que ¿no lo entiendes Katherine? ¿Es que durante todo el día no te has mirado en un espejo? Has cambiado no solo interiormente sino exteriormente. Eres diferente y les hubieras asustado, no te habrían conocido.

-¿No podré volver a verlos? – dije en un susurro con la cabeza gacha mientras se me escapaban unas lagrimas de los ojos.

Puso su mano en mi barbilla y me la levanto obligándome mirarle a la cara pero seguía con los ojos mirando hacia el suelo. Fui levantando la mirada despacio y vi sus ojos mirándome fijamente. Me pareció sorprendente que no pestañeara ni una sola vez, en ese momento me di cuenta de que yo no había pestañeado en todo el día. Esa era una de las cosas que no sabía de mi cuerpo.

-Lo siento mi amor pero dejaré que tomes tu propia decisión. –Me levanto del sofá y me dirigió hacia la puerta.

-¿A dónde me llevas? – Pregunte un poco aturdida aun por lo ocurrido. Estábamos parados delante la puerta que daba al gran corredor. Adam se volvió, me tenía agarrada la muñeca, no me soltó.

-Me gustaría que te vieras delante del espejo. No tenía que haber tomado esa decisión por ti, perdóname. De verdad, lamento no haberte preguntado, debería haberlo hecho ¿podrás perdonarme?

-Siempre te perdonaré, ya lo sabes.

-Para ser una vampira recién nacida eres demasiado bondadosa, ¿estás preparada?

Cerré los ojos y respire profundamente. Estaba situada delante de un gran espejo con el marco dorado cuando abrí los ojos. Adam se encontraba detrás de mí y tenia posadas sus manos en mis hombros. No podía creerme lo que había cambiado. Mis ojos habían cambiado a azul que resaltaba en mi blanco rostro. Mi pelo conservaba el mismo color dorado pero su longitud había aumentado considerablemente, aunque seguía conservando las ondulaciones que me hacía parecer más madura, y además de los cambios de mi rostro me note mucho más delgada. Me quede sin palabras. Era imposible que aquella chica tan hermosa y radiante que estaba delante de mi fuera yo.

-Ves, Has cambiado y por esa razón creí que tus padres no deberían verte pero es tu elección. ¿Quieres ir a verlos?

-Tengo que pensar.- dije sin aparatar la vista del espejo – Me gustaría comer, llevo todo el di sin tomar nada.

-Tienes razón, amor. Iremos de caza pero como es tarde y estas débil deberíamos no alejarnos mucho y cazar algún animal salvaje.

-Lo que tu digas pero antes –me volví para mirarle a la cara no me gustaba hablar con él sin mirarle - ¿qué le dijiste a mis padres?

Me conto que se presento en mi casa temprano y solicitó hablar con ellos. Les dijo que yo le mandaba para decirles que estaba bien pero que como ya sabían ambos quería ver el mundo y alejarme de Londres. Mi padre, al parecer, se entristeció bastante y lo que dijo fue que ya se lo imaginaba. En ese momento recordé la última conversación con mi padre y la manera en la que le había dicho adiós. Por otra parte mi madre estaba indignada, según me conto Adam decía que les había abandonado cuando ya eran ancianos y no había nadie para conservar el patrimonio de la familia cuando mi padre muriera porque no había querido tomar a ningún joven noble por esposo.

Cuando termino de contarme lo sucedido en mi casa fuimos de caza, no estuvo mal para ser la primera, ya que cace un par de lobos que se habían alejado de su manada para beber en el arrollo. Ya de vuelta en el castillo recordé lo que me había comentado, Adam, en cuanto había vuelto. Me había dicho que me había traído algunos objetos. Me dio los mejores vestido que tenia, el cepillo que usaba para peinarme, una caja donde había metido todos los diarios que había escrito a lo largo de los años y los regalos que me hicieron el día anterior.

-Creo que no podrás escribir sin esto. – me dijo mientras me entregaba la mejor pluma que tenia y un tintero.

Coloque todas las cosas en la que ya era mi habitación. Después de cepillarme el pelo me dirigí hacia la cama. Antes de llegar me pareció que sería un buen momento para coger mi diario y escribir lo que siempre me hubiera gustado ponerle. Creo que mi diario era mi mejor amigo, ya que en esos cuadernos es donde expresaba mis sentimientos y mis pensamientos sin pararme a decidir a quién le molestaría y a quién no. Era el único lugar donde podía ser completamente sincera.

Cambie de dirección y me encamine hacia el escritorio donde había puesto el pequeño cuaderno, la pluma y el tintero. Me senté en la silla forrada de terciopelo rojo al igual que el sofá del gran salón. Moje la punta de la pluma en el tintero mientras encendía una pequeña vela que reposaba junto al tintero. Abrí el pequeño cuaderno por la última página escrita pero me di cuenta de que había alguien más en aquel lugar que Adam y yo. Escuche un ruido y me volví con rapidez dejando caer la vela. Me apresure a recogerla y cuando alce la mirada de nuevo vi la silueta de un varón al lado de la puerta de la habitación pero no conseguí verle bien porque estaba escondido en las sombras de la habitación. Quise gritar para que Adam acudiera pero lo único que salido de mi boca fue un grito ahogado. Las grandes ventanas se abrieron y entro un aire frio, esto era muy raro volví a mirar hacia la puerta pero mi visitante había desaparecido.